A mediados y finales de marzo era fácil ver corzos limpios junto a otros que todavía conservaban la correa o borra.
Aquellos que ya no presentaban la borra, quizás los más adultos, en muchas ocasiones todavía toleraban la presencia de otros machos.
Pero en este caso, cuando el corzo con borra se aproximó a menos de 40 metros y detectó su presencia, éste emprendió una vertiginosa carrera tras el con el fin de expulsarle y alejarle de sus dominios.
Tras una primera carrera, el corzo limpio regresó por sus pasos, y un tanto desconfiado se detuvo a mitad de camino.
Inmóvil, se pasó oteando más de 10 minutos, como si esperase algo, hasta que finalmente el corzo con borra volvió a aparecer. Ahora sí, una larga carrera para expulsar definitivamente a su congénere.
El macho limpio finalmente regresa a su territorio donde se siente dominante.