Uno de los sitios que más me gusta para recechar corzos son los pinares. Desde mi punto de vista son la cara y la cruz a la hora de afrontar una incursión por los mismos; la cara la dan cuando la humedad en el terreno y de las acículas es tal que te permiten andar tranquilamente sin producir ninguna sospecha sonora que delate tu presencia, la cruz la muestran cuando pisas una rama seca, delatadora de tus intenciones o cuando el ambiente ha perdido esa humedad, haciendo que avances sobre un suelo de “patatas fritas”.

Una dificultad añadida en algunas zonas suele ser lo despejado del terreno, donde únicamente los troncos de los árboles y algún que otro árbol caído son tu única zona de ocultación.

 

Siempre me gusta comenzar la temporada con algún paseo por estas zonas ya que por esas fechas la humedad reina en el ambiente, aunque este caso la reinante fue la nieve.

 

Aunque como dicen por ahí, después de la tormenta siempre llega la calma, sale tímidamente el sol y el sólido elemento se transforma en líquido, dándole la vida al campo.

La fauna lugareña se dejó ver poco y mucho menos fotografiar, como la ardilla de la foto que prefirió escapar de mi presencia corriendo por tierra y utilizando únicamente los árboles para otear el horizonte, antes de emprender una nueva carrera por el suelo. Parece que la gran cantidad de agua existente en las copas de los árboles no le gustaba mucho.

 

Los corzos tampoco dieron mucho la cara por lo que los encuentros no fueron muy abundantes. Ellas tan “cotillas” como siempre.

y ellos poca cosa, ya darán la cara cuando avance la temporada. Signos de presencia, algún paso fugaz y poco más…

 

A pesar de tener bastantes cuernas de corzo, esta es la primera parejita que poseo, que además se encontraban tal y como se presenta en las imágenes.

Habrá que seguir visitando las zonas de pinares que seguro que nos deparan gratos momentos y alguna que otra foto interesante.