Muchos de los aficionados al corzo, ya sean cazadores, fotógrafos o meros contempladores de la especie, más de una vez se han sentido enganchados de un ejemplar en particular, que ha centrado el objeto de sus salidas en búsqueda de la especie.
En el caso de los machos, suele ser por el tamaño del trofeo que porta, aunque en otras ocasiones es la singularidad del mismo la que atrapan al aficionado. También puede ser por ser un ejemplar más astuto, esquivo, difícil de ver o simplemente todo lo contrario, por ser el animal más visto durante las salidas en un determinado lugar.
La cuestión es que muchos aficionados quedan prendados por un ejemplar en concreto que les hace centrar gran parte de sus salidas y pensamientos durante un determinado periodo de tiempo.
En mi caso, por diversos motivos, el año pasado no existió el corzo de la temporada; sin embargo éste año la cosa cambió radicalmente y el flechazo con “el corzo de la temporada” iba a ser incluso mucho antes de lo esperado.
El 30 de marzo de 2015, a medio día, al ir a colocar unas cámaras de fototrampeo, un corzo se levantó tranquilo, pero inquieto al sentir mi presencia y comenzó una huida tranquila, permitiéndome realizar algunas fotografías.
El corzo me llamó la atención por presentar una cuerna singular, el cuerno izquierdo grueso, con la luchadera desviada al interior y una pequeña contraluchadera de escasos centímetros; la derecha fina, con las luchaderas y contraluchaderas muy pequeñas, de escasos centímetros, con una cuarta punta y con cierta forma de sacacorchos. En resumidas cuentas un corzo a tener en cuenta y vigilar de cara a la temporada.
Esa misma tarde unas horas después, el ejemplar volvió sobre sus pasos, quedando reflejado en una de las cámaras de fototrampeo, dando otra visión de su particular cuerna.
A pesar de ser un corzo singular y bonito, de apariencia adulta, no era cuestión de centrar desde el primer día la búsqueda del ejemplar, por lo que había que seguir visitando distintas partes del término, para ver el resto de animales. Por ese motivo fui alternando salidas en distintas partes, aunque cada dos más o menos pasaba por la zona donde había visto el corzo.
Al tercer o cuarto día sin volver a ver al corzo empezaron a rondarme las inquietudes y a hacer desear volver a ver a tan particular animal.
Mientras tanto, otros corzos se dejaban ver por las inmediaciones del territorio en el que debía de estar él.
Tras una semana (Santa) entera en el campo con salidas frecuentes en su territorio ni rastro del ejemplar. La vuelta a la rutina y a los quehaceres laborales me hizo pensar más en él y centrar mi objetivo de la temporada en localizarle e incluso, si existía la posibilidad, intentar cazarle.
La siguiente salida fue a principios de mayo, donde pude salir varios días al campo. El objetivo estaba claro y sería cuestión de tiempo dar con él. Ya no sólo me centraba en el área donde lo vi por primera vez y sus inmediaciones, sino porque había incrementado el territorio de búsqueda a un entorno mucho mayor.
Las salidas fueron pasando y ni rastro del animal, sin embargo en estos días rara fue la salida en la que no me tropecé con un animal que también tenía fichado desde principio de temporada.
El animal también presentaba una cuerna peculiar, con buenas rosetas y luchaderas, aunque corta y sin contraluchaderas. Así que decidí intentar fotografiarle con intención de valorar mejor su cuerna.
Tras varias salidas a finales de mayo y principios de junio, ni rastro del primer corzo, así que en la primera semana de junio me di cuenta que quizás este segundo corzo, un animal aparentemente viejo, se había convertido en el corzo de la temporada, así que decidí intentar cazarlo.
En el mes de junio, sobre todo a partir de la primera semana, y en especial este año tan adelantado, comienza a complicarse el ver a los corzos; por lo que únicamente le vi una sola vez y fue un encontronazo en el que le pude sacar una fotografía.
El resto de salidas en junio y julio fueron infructuosas y a pesar de ver algunos ejemplares, ninguno era cualquiera de los dos que andaba buscando.
El tiempo pasaba y sólo disponía de un fin de semana a finales de julio para intentarlo, sino tendría que esperar a después del parón veraniego.
La búsqueda durante todo el sábado fue intensa, pero ni rastro del animal, ya que el primero de los corzos lo daba por desaparecido.
Finalmente a última hora de la tarde pude fotografiar una carrera de dos animales, aunque algo retirados de la zona de campeo donde debía de estar. Tras su análisis en el ordenador pude apreciar cómo se trataba del corzo que buscaba y otro que pretendía ocupar sus dominios.
La mañana del domingo era la última oportunidad, así que me dirigí exactamente a la zona donde lo había visto la tarde anterior. No tardé mucho en localizar a una hembra y tras ella un macho que la seguía a corta distancia. Tras un par de fotos y comprobación de las mismas, se trataba del corzo buscado, así que era cuestión de enfundar la cámara y recechar lo máximo posible para asegurar el tiro.
Tras un breve pero intenso acercamiento para recortar algo de distancia, la hembra detectó mi presencia, aunque ya era tarde para su compañero que estaba en el visor de mi rifle.
Finalmente conseguí hacerme con el corzo de la temporada, una temporada llena de lances indescriptibles y experiencias entre la naturaleza y yo.