Jesús del Barrio García es oriundo de la Comunidad Autónoma de Castilla y León donde desarrolla su actividad fotográfica. Gran apasionado del corzo y fotógrafo autodidacta de naturaleza, ha colaborado con su obra en varias publicaciones relacionadas con el Capreolus capreolus como el libro “El Corzo. Cada cosa son cuarenta cosas” además de ser colaborador de varias revistas de naturaleza y caza.
En su página web, todavía en proceso de creación según comenta, tiene una galería dedicada al Corzo en la que se pueden ver imágenes de todo tipo, relacionadas con el pequeño cérvido.
Entre sus mejores fotos se encuentra la que realizó a una corza durante el parto y que a continuación nos comenta:
PARTO DE CORZA
Datos de la toma:500 mm F/6,3 Iso-200 Velocidad 1/125 Balance de blancos: luz de sol
La foto fue tomada con una cámara Nikon D300 y un objetivo Sigma 50-500 f:4,5-6,3 APO-HSM, OS.
Algunas de las consideraciones técnicas que Jesús comenta respecto a la toma de este tipo de imágenes son las siguientes: “A la hora de hacer los ajustes de la cámara en las fotografías que realizo a los corzos, suelo utilizar aberturas de diafragma lo más cerradas posibles, (F/6.3). En este caso, el inconveniente que se presenta, (salvo ocasiones en que haya muy buena luz, cosa que no suele ser habitual ya que los hábitos del corzo son de amaneceres y atardeceres), es que la velocidad de obturación también es muy baja (1/125), demasiado baja para un objetivo a la focal de 500mm y sin el apoyo de un trípode. El objeto que persigo es que el animal quede enfocado junto con parte del entorno que lo rodea, así capto más detalle del animal y los alrededores que si usará un diafragma más abierto que lo aislaría del entorno, soy partidario de que todo quede relacionado (animal y entorno) para que me dé una idea tanto del lugar de la foto como de los detalles de las inmediaciones.
Debido a que la velocidad de disparo a la que estaba tomando las fotografías era baja, existía riesgo de que se produjese trepidación, sobre esta cuestión técnica comenta “desde luego que podía haber evitado el que me salieran tantas fotos trepidadas con el recurso de subir los ISOS ya que la D300 tiene un nivel muy bajo de ruido hasta 800 ISO con lo cual la velocidad hubiera sido mayor pero como la corza estaba en zona de sombra decidí jugármela por si al final aparecía el “temible ruido ” que tanto molesta a la hora de imprimir y visualizar las fotografías, siempre prefiero hacer más fotos aunque salga alguna trepidada.
La razón por la que considera a ésta una de sus mejores fotos es la siguiente:Sin ningún género de dudas uno de los momentos (por llamarlo así, ya que fueron en realidad casi tres horas), que con más intensidad he vivido como fotógrafo de naturaleza fue el contemplar en vivo y en directo el nacimiento de los tres corcinos que parió la corza objeto de estas notas. Tratar de resumir tres horas se me hace difícil pero estas fotos vieron la luz como consecuencia del reto al que me sometió mi amigo Pedro Domecq allá por el año 2009. Ya estaba en su mente el escribir un libro sobre el corzo y había que ilustrarlo con fotografías, por lo que un buen día, visionando mis archivos fotográficos, me dijo que faltaban fotos de una corza pariendo. Ahí estaba el reto, lo demás era cosa mía.
Fruto de las muchas horas de observación de los corzos a lo largo de mi vida ya había descubierto años atrás que, cuando estaba próximo el parto, las corzas viejas expulsaban de su lado a las jóvenes del año anterior que habían convivido con ellas durante todo el año. Ya tenía ilustrado con fotografías ese acontecimiento que he presenciado muchas veces, yo creo que realmente la que marca el territorio y la zona es la corza y luego el macho lo defiende pero, como en casi todas las cosas relacionadas con el corzo, supongo que habrá muchas opiniones al respecto. En esa tesitura de expulsión hay muchas carreras entre hembras, las topan e incluso llegan a morderlas.
Tenía localizada una corza preñada a la que llamo “LA FAVORITA”, por una cuestión que es digna de otro relato, que siempre paría en la misma zona. Todos los años le había hecho algunos cientos de fotos y día tras día le hacia una visita para ver como iba hasta que, una mañana a principios de mayo, observé que estaba especialmente agresiva con la hija del año anterior, por lo que a las 2 de la tarde en lugar de irme a casa a comer decidí perdonar la comida y montar guardia por si las moscas. Me arrastré hasta un cerrito a unos 60/70 m. de donde solía estar sin saber que ella estaba tumbada en las inmediaciones. Ya llevaba como una hora tumbado, inmóvil y tapado con mi red de camuflaje, el sol apretaba fuerte, cuando la descubrí por el movimiento de sus orejas espantando las moscas, escondida detrás de unas matas. Noté que algo raro le ocurría ya que movía mucho las patas traseras hasta que de repente se levantó y vi que estaba asomando por su vagina el hocico de un corcino que alumbró. La emoción y el dedo en el disparador de la cámara eran parejos, no dejaba de hacer fotos para recoger ese momento tan especial en el que un nuevo ser vivo veía la luz por primera vez, luego el ritual de lamerlo una y otra vez duró casi media hora hasta que se volvió a tumbar y vuelta a empezar con las contracciones, no podía dar crédito a lo que estaba viendo a través del objetivo de mí cámara, se me hacia corto mi objetivo de 500mm; de nuevo se puso mi dedo frenético, pulsando el disparador para recoger el segundo alumbramiento, el ruido del obturador de mí cámara era lo único que se escuchaba, aparte de mi respiración agitada, y nuevamente empezó el ritual de limpiar al corcino y comerse la placenta, sin duda, para no dejar olores.
Entre tanto la corza tumbada nuevamente se dedicaba a la limpieza de los corcinos, yo eché un vistazo a la pantalla de mí cámara y descubrí que la tarjeta estaba a punto de agotarse. Mi manía disparar en RAW me había dejado la tarjeta de 8 GB al límite, me puse a revisar las fotos y descubrí que había muchas desenfocadas y trepidadas a pesar de tener la cámara apoyada en el suelo, demasiados fallos, pero el momento vivido no me dejó pensar mucho en revisar los parámetros de las fotografías cuando las estaba haciendo, pensé en subir los ISOS para ganar velocidad ya que 1/125 para un tele de 500 era muy baja y claro el resultado era ese, fotos trepidadas; nueva reflexión y decido jugármela sin modificar parámetros ya que había bastantes fotos buenas y le temo más al ruido de los ISOS altos en las zonas oscuras que a que salga alguna foto trepidada, ya que la corza estaba en umbría.
Estaba atareado en la revisión y borrado de las fotos cuando, por el rabillo del ojo, descubro que la corza se pone en pie, miro a través del objetivo y nueva sorpresa; asomaban las patas de otro corcino. Vuelta a la faena de hacer fotos para recoger el momento, entre foto y foto descubro con horror un detalle, lo que asoma son las patas traseras en lugar de las delanteras, pienso, dura faena la espera para conseguir parir este corcino, hasta casi dudaba que lo consiguiera. A los animales domésticos cuando se presenta esta situación hay que ayudarles, a algunos les cuesta la muerte sino se llega a tiempo pero en esta ocasión yo poco podía hacer paya ayudar a la corza salvo mirar y esperar a ver que pasaba.
La corza no paraba de tumbarse y levantarse y, sin duda, de hacer fuerzas. Los corcinos anteriores ya se levantaban y la seguían en sus movimientos tratando de mamar pero ella estaba ocupada en otras cosas y se alejaba. Al cabo de más de media hora se tumbó nuevamente con las patas de atrás estiradas, en ese momento descubrí otra cosa que me llamó la atención, encima de la mata en la que estaba tumbada se posó una alondra y comenzó a cantar, era espectadora privilegiada, en la quietud del campo su canto lo llenaba todo, me sentí como si estuviera viendo una película de Felix Rodríguez de la Fuente, de las que recordaba de mi infancia. No recuerdo el tiempo que estuvo tumbada allí pero por la hora recogida en las fotografías debió ser otra media hora hasta que se levanto nuevamente. Otro hecho que me sorprendió, a la vez me enseñó que la naturaleza es muy sabia, es que la corza viendo la cosa muy complicada, se giró y consiguió agarrarse las patas del feto con la boca y tiró de él, y fue así como se sacó el corcino.
Cuando cayó al suelo el corcino observé que no se movía, sin lugar a dudas tanto tiempo en el vientre de su madre colocado al revés lo había asfixiado. A este apenas si lo lamió, quizá se percato que estaba muerto y los otros corcinos ya le reclamaban su comida.
Con la tarjeta nuevamente llena decidí iniciar la retirada a mi domicilio arrastrándome como había llegado para dejar a la familia en paz. Cuando llegué al coche y me quité la red de camuflaje noté que el pecho me dolía por todas partes, me levante la camisa y vi que todo mi pecho estaba rojo y lleno de marcas de las piedras del suelo; ni siquiera me había dado cuenta y me duraron varios días, pero cuando llegué a casa a las seis de la tarde y descargué las fotos, todo lo di por bueno y ni siquiera pensé en comer.
éste fue, como ya he comentado antes, el momento más entrañable que he vivido como fotógrafo de naturaleza y además el reto estaba cumplido, ya tenía las fotografías de una corza pariendo para el libro de mi amigo Pedro Domecq.
Jesús del Barrio.