Hoy contamos con Andrés Cabestrero, uno de los mejores fotógrafos de fauna perteneciente a la Asociación del Corzo Español, como así lo acreditan las magníficas fotografías que ha publicado en el foro de esta Asociación y el reconocimiento como ganador de la II edición del concurso de fotografías de la ACE celebrado en 2010.

Ante la amable petición de Zalo, me veo obligado a colaborar en su blog, para así intentar aportar algo a la página de la ACE, como ya lo hice tiempo atrás cuando publicaba alguna de mis fotografías.

Mis conocimientos de fotografía son bastante básicos y por lo tanto poco o nada puedo aportar sobre la misma como le comentaba a Zalo ante su invitación, siendo la cámara en mi caso simplemente un complemento más a la hora de salir al campo tras los corzos, así que me limitaré a contar un breve lance de lo que aconteció con alguna de las fotos publicadas para de esta manera  procurar hacerlo algo más ameno.

 

Siendo un humilde perdicero siempre a rabo de perro, debo de reconocer que de unos años a esta parte el corzo me ha cautivado por completo; su ciclo biológico, sus costumbres, su comportamiento en cualquier época del año, sus querencias, la particularidad de su trofeo, su caza….., todo absolutamente todo en él me atrae de una forma irresistible, y es por todo esto por lo que le dedico todo el tiempo que me es posible, para darme cuenta que cada día sé algo menos sobre su especie.

Zalo me pide que destaque alguna de mis fotografías, y por lo tanto en esta ocasión me voy a decantar por tres fotografías que sin ser las mejores, sí que son unas fotografías buscadas expresamente para agradecer lo que en su día yo consideré una deuda contraída con aquellos que anteriormente tanto me habían aportado en la ACE, y por lo tanto son fotografías cazadas especialmente con toda la intención y con todos los sentidos.

TOBALO

Por aquel entonces era todo un placer el abrir la sección de relatos de la ACE y leer las inéditas historias de Julián Coca, y si además, relataba algunas de perros y lobos dedicadas a mis hijos, no me quedaba otro remedio que intentar agradecérselo con una bonita fotografía, y ésta cuyo título es el referido a uno de sus relatos, es una de esas  fotografías buscada y cazada con todos los sentidos y con un gran sentimiento en agradecimiento a aquellos impagables relatos de un genial cuentista.

“Fue un rececho muy largo pero con mucha fortuna, ya que después de más de media hora moviéndome a cámara lenta hasta haber conseguido una buena postura y tomarle ya por fin unas cuantas fotografías, finalmente encaminó sus pasos de manera decidida hacía mi postura, y a mí no me quedó más remedio que agradecérselo tomándole un bonito primer plano, con el cual regresé a casa muy satisfecho”.

  EL BRONCO

Alfonso Urbano es un buen amigo que he conocido gracias a la ACE y que desde hace un par de años llevaba pidiéndome en tono jocoso la fotografía dedicada de un corzo que habitara en su coto, el problema era que yo apenas frecuento sus dominios, hasta que este año por fin me he decidido a internarme en un pinar para mí bastante complejo por la falta de costumbre para así dejar zanjado el asunto de la dedicatoria al tiempo que aprovechaba la oportunidad para cazar en un nuevo medio para mí.

“Me encontraba en medio del pinar algo desorientado por aquello del nuevo hábitat cuando de pronto El Bronco (bautizado así desde un primer momento por su comportamiento) ladraba en una zona especialmente espesa así que me decidí a intentarlo con él; iba y venía sin parar, tirando derrotes a diestro y siniestro dando la impresión de estar cabreado con el mundo, yo lo sentía pero él ajeno a mi presencia apenas se dejaba ver, así que después de intentar mejorar mi postura constantemente sin conseguirlo, opté por desandar lo andado para darle espacio y jugármela a una carta: dos varazos contra un joven enebro de frondoso porte y un par de ladridos secos por mi parte, fueron más que suficientes para incitar a que el Bronco invirtiera toda su mala leche de aquel momento para venir como una exhalación a buscar pelea con aquel intruso, momento que yo aproveché para tomarle una fotografía con la cual intentar agradar a mi buen amigo Alfonso”.

EL VETERANO

 

Javier es un corcero anónimo como tantos otros, pero un gran corcero, amante del campo, de sus tradiciones y del arte de la caza pura y racional como pocos, le conocí igualmente gracias a la ACE, cuando un día se puso en contacto conmigo con el pretexto de las fotos y los corzos para hablar en realidad de perdices y pointers, que son verdaderamente nuestras grandes pasiones además de los corzos. Fruto de estas primeras conversaciones y gracias a tener las mismas preferencias en esto de la caza surgió entre los dos una gran amistad que perdura hasta hoy y que nos ha llevado a compartir no pocas jornadas de caza juntos tras los corzos y las perdices  desde hace ya tres temporadas.

Fue precisamente en nuestra primera temporada un día cazando perdices en su coto (a las cuales cuida a mimo, con una gestión realmente admirable), durante el almuerzo cuando me contó la existencia en su coto de un corzo al cual apodaba “el Veterano”, y al cual años atrás le llamaba “el Juvenil”. Se trataba de un corzo que le había dejado cumplir con toda la intención, pero que desde hacía tres temporadas no podía con él, ya que en este último periodo se había ubicado en una zona de monte prieto y sucio sin concederle apenas oportunidad alguna, un par de avistamientos por año sin apenas luz y en malas condiciones eran los únicos referentes que de él tenía para saber al menos que su particular duende allí seguía vivo.

El año anterior no obstante – me comentaba mientras tomábamos el último bocado – lo fallé a finales de julio, durante una breve parada que hizo mientras andaba encelado detrás de una joven hembra, todo fue muy rápido, la distancia no obstante era buena así como el apoyo, pero sin embargo en aquel momento más parecía yo un paciente afectado de parkinson que un cazador en plenas facultades físicas…, y allá que se me fue para no haberlo vuelto a ver más desde aquel día.

éste era uno de mis secretos mejor guardados hasta ahora – me continuaba diciendo -, así que una vez desvelado te propongo que le eches unas horas si te apetece, el corzo te aseguro que bien puede merecer una bonita fotografía y conociéndote, el reto seguro que te resulta seductor…

Así que una vez retado por mi amigo Javier, me decidí a intentarlo: doce salidas en un coto algo a desmano de casa y sin apenas conocerlo más que gracias a un plano casero tirado a mano, pero claro y esclarecedor como ninguno otro, fueron mis únicos referentes para intentarlo con El Veterano, y no fue hasta la quinta salida cuando lo vi por primera vez.

“Andaba aún con borra junto con cuatro hembras adultas y dos jóvenes machitos del año anterior, pero por lo voluminoso de su trofeo a buen seguro que debía de tratarse del corzo buscado, sin embargo me engañaba su ubicación, ya que según la información facilitada por Javier, distaba mucho del lugar donde presumiblemente debería verlo, además de estar volcado sobre un valle contrario al sucio monte donde acostumbraba a echarse o más bien vivir durante los dos últimos años según me decía Javier, en cualquier caso únicamente lo vi con los prismáticos limitándome a observar cuál era el proceder del grupo para empezar a conocerlo algo mejor, las tres siguientes salidas donde me las prometía muy felices no fui capaz de verlo por ningún sitio, y no fue hasta la siguiente vez cuando volví a verlo en pleno período de descorreado, pero que gracias a mi torpeza y a mi mal proceder no conseguí más que espantarlo de malas maneras, aquel día iba acompañado por dos hembras y por un machito al cual todavía toleraba, la siguiente salida donde igualmente me las prometía muy felices y ya lo tenía cazado en mis ensoñaciones, me volví a casa de bolo una vez más sin ni tan siquiera haberlo visto ni intuido. Sin embargo dos salidas más tarde todo cambió para bien, yo ya me había olvidado por completo del plano facilitado por Javier puesto que ahora era yo quien tenía ubicado al Veterano en unas nuevas coordenadas: rececho que inicio un nuevo día al alba como tantos otros con verdaderos pies de plomo, insistiendo y dejándome la vista sobre su nuevo terreno ahora más querencioso, hasta que una vez más intuyo que hoy tampoco será el día y decido avanzar en busca de otro bonito y ya prometedor macho que durante mis salidas anteriores había conocido, dándole al Veterano por hoy ausente una vez más. Llevaría avanzados 300 metros a paso ya más ligero cuando decido por un momento echarme los prismáticos a la cara para hacer con ellos un último barrido a mi espalda, cuando de pronto lo veo junto a una hembra en el lugar donde unos minutos antes me encontraba yo en una posición realmente privilegiada, así que una vez analizado el terreno, mi actual posición y su dirección me decido a intentar rececharlo para procurar obtener un primer plano que ponga fin a este nuevo reto, rececho en cualquier caso relativamente sencillo en su primera parte hasta ganarles los primeros 150 metros, y algo más complejo en su parte final hasta ponerme a escasos 25 metros suyos donde el nivel de adrenalina se dispara y donde la emoción del momento es indescriptible, para tomarles unas cuantas fotografías y poder así ganarle mi primera partida al Veterano”.

La historia concluyó en una agradable mañana primaveral de primeros de junio cuando el Veterano culminó su ciclo biológico después de siete primaveras en un paraje sin igual y después de un rececho de ensueño, en el cual se conjugaron todo tipo de sensaciones y emociones.

Además de estas tres fotografías de hoy, podría incluir alguna más que posiblemente y gracias al trofeo de sus protagonistas pudieran llamar mucho más la atención, pero estas han sido las que he considerado más oportunas por haber sido en su día buscadas y cazadas para un fin concreto y así ahora además intentar atender la amable petición de mi amigo Zalo Varas.

Andrés Cabestrero