No hay nada que los estimule tanto como la llegada de los primeros cestos de setas, como rendirse ante una trufa blanca y pagar por ella lo que no está escrito si la pieza es buena o esperar la perfecta madurez de la Tuber melanosporum, la trufa negra; nada como recibir a los proveedores con los trofeos volátiles o terrestres. Se acaba de abrir la veda y es el momento de visitar algunos de los templos de la cocina de la caza: de probar el plato estrella de esos chefs a los que el verano se les hace eterno, porque esperan impacientes cocinar los manjares clásicos. "Lo mejor llega en otoño y en invierno", asegura Fermí Puig, quien posa satisfecho ante el fotógrafo separando las alas del faisán que acaba de llegar a la cocina de su restaurante. >>> VER LA NOTICIA COMPLETA >>>