Con frecuencia se piensa que la solución a una baja densidad o la total ausencia de corzos en un predio es la repoblación. Denominamos reintroducción cuando esta repoblación tiene lugar en lugares donde ha existido la especie en un momento anterior y por algún motivo se había extinguido. Denominamos traslocación cuando la repoblación se hace con efectivos genéticamente distintos o procedentes de poblaciones distantes a los que existen o han existido en el espacio en el que tiene lugar.
Cualquier introducción, reintroducción o refuerzo exige un estudio previo de impacto. Es necesario saber qué causas concurrieron en la desaparición o descenso de la población original, si esas causas han desaparecido, qué efectos puede tener la nueva población en el medio y en la economía local, el estado de salud de los animales que llegan y su proximidad genética a la población original.
En muchas ocasiones estas repoblaciones lejos de resultar una ayuda abundan en el problema o generan algunos nuevos. De especial relevancia a corto plazo son los de índole sanitaria, pero no podemos obviar otros muy importantes a largo plazo derivados de una introgresión genética. Todas las especies interactúan con el medio y se modelan por selección natural, de modo que en cada región se acumulan ciertas diferencias que reportan ventajas a la especie y que son distintas en cada región.
En la medida de lo posible debe intentarse que el corzo colonice los espacios de forma natural.