Esta modalidad de caza es ante todo una forma solitaria y necesitada de instinto y habilidad. Si hubiera que definirla de una manera gráfica podríamos decir que es «cazar a lo indio». Es necesario un profundo conocimiento del medio, saber valorar la oportunidad y saber cuando es el momento oportuno para el lance.
El corzo desarrolla su vida en el borde del bosque, saliendo de la espesura de forma más frecuente durante el amanecer y el ocaso, horas en las que la luz resulta escasa y por tanto estamos en peores condiciones. Sin lugar a dudas una buena óptica es imprescindible para sacarnos de dudas y poder realizar una justa valoración de nuestra presa. De todos modos el mejor de los prismáticos de nada valdrá en manos de alguien que no sabe ver, que no escruta con perspicacia las lindes del monte. El andar lento y elástico se debe acompanar de un continuo escrutar de lindes y desniveles. Cada mancha dudosa, cada posible pata, oreja o lomo, debe estudiarse con detenimiento.
El rececho se iniciará bien al amanecer o al atardecer. Si es de manana conviene estar en el monte antes del alba. Debemos comprobar el aire y determinar la forma de aproximarnos a la zona que vamos a cazar. Se debe procurar avanzar con el viento de frente y tener el sol a la espalda. El disparo debe realizarse de la manera más cómoda posible, con el mayor sosiego, y procurando siempre un apoyo.