De nuevo presentamos algunos de los datos del trabajo de Víctor Javier Colino Rabanal1. En esta ocasión los referidos a los atropellos de corzo. Tanto las figuras como el texto se han tomado del trabajo original. Nuevamente, los párrafos extraídos de la discusión de la tesis se muestran con el texto en cursiva.

 

 Fotografía: Antonio de Román.

 

1. Evolución mensual de las colisiones entre vehículos y animales (CVA) del corzo (2.002-2.006):

 
 
 
2. Variaciones estacionales: en los corzos también se observa una concentración de las CVA durante un determinado período del año pero, a diferencia del jabalí, este máximo de CVA se da entre abril (11,94%) y agosto (12,84%), con el pico en mayo (14,18%). Muy escasas en los meses de diciembre, enero y febrero con aproximadamente el 3% en cada uno de ellos. El resto entre el 5 y el 7%. 
 
 
 
 

 

3. Distribución horaria: corzos y ciervos presentan un comportamiento similar, con una incidencia horaria que se ajusta al patrón de actividad circadiano bimodal con dos picos de actividad sincronizados en ambos crepúsculos, un máximo entre las 22 y 23 (12,58% y 10,31%) y otro secundario entre las 7 y las 8 (10,51% y 6,94% respectivamente), hecho observado de modo común en los cérvidos.

 

 

 

4. Distribución por provincias: el número de las CVA de corzo varía mucho de una provincia a otra. Por encima de las demás destaca Burgos donde se producen prácticamente la mitad de todos las CVA (42,9%). Un cuarto de las mismas tienen lugar en tierras sorianas (26,8%).

 

 

 

La importancia del corzo en el problema de las CVA ha sido constatada por diversos autores para el territorio español, atribuyendo incluso una participación mayor que jabalíes y ciervos (Fernández 1993). La concentración de CVA con corzo durante los meses de julio y agosto ya se había constatado con anterioridad, vinculándose a la época de celo (PMVC 2003). Sin embargo, aunque no fue apuntado en el estudio anterior y de relevancia por ejemplo en la provincia de Burgos, se constata la existencia de un segundo período de elevada concentración de CVA, entre abril y mayo, y se ha atribuido a la ruptura de la unidad familiar y dispersión post‐juvenil (Desiré & Recorbet 1985). 

Quizás lo más correcto sería hablar de un único período con una leve disminución para el mes de junio. Se trata de una época crítica para la especie, en la que manifiesta un comportamiento territorial estacional patente desde la primavera y que suele prolongarse buena parte del verano. Los machos, antes de descorrear la cuerna, establecen sus territorios expulsando a otros machos de los mismos, esta época se caracteriza por un mayor rango de movimientos. El grupo matriarcal, el formado por la hembra y los jóvenes nacidos el año anterior, se disuelve al producirse los nuevos partos, entre abril y mayo, y los individuos nacidos el año anterior comienzan la dispersión. El celo ocurre desde mediados de julio a mediados de agosto. En latitudes medias, se ha comprobado que el tiempo total de actividad del corzo varía con la estación, de acuerdo con una tendencia que manifiesta los valores máximos en primavera y a inicios del verano, va disminuyendo gradualmente en otoño y alcanza los mínimos de actividad en invierno (Mateos Quesada 2002). 

Una metodología novedosa basada en la realización de encuestas a los conductores estima en 51000 los corzos atropellados en las carreteras suecas cada año (Seiler et al. 2004). El mismo autor señala que las CVA, tanto para ésta como para otras especies de ungulados, se han multiplicado en los 30 años por un incremento del tráfico, de las carreteras y de las propias poblaciones de herbívoros (Seiler 2004).

 

 Fotografía: Antonio de Román.

Fuera de la época de celo, los corzos presentan dos máximos de actividad claramente definidos, al amanecer y al atardecer, con un pequeño máximo relativo en torno a las 12:00‐14:00 horas (Mateos Quesada 2002, Perco & Perco 1979). Pero durante el celo, el período en el cual se muestran activos se espacia en el tiempo, registrándose junto al pico de actividad en el centro del día otros dos suaves picos. Los meses donde la localización de los corzos resulta más complicada, no tanto por desarrollar una menor actividad sino por una cierta tendencia a la ocultación, son los meses de mayo, momento de partos y expulsión de los territorios, y en octubre y noviembre, coincidiendo con la caída y comienzo regeneración de la cuerna de los machos (Mateos Quesada 2002). Por tanto, este autor apunta actividades menores para los meses de verano pero distribuyéndose más uniformemente. Los resultados para los “corzos de llanura” en Francia (Vicent 1973) presentan considerables diferencias respecto a este trabajo. 

1Contribuciones al análisis de mortalidad de vertebrados en carreteras. Facultad de Ciencias Agrarias y Ambientales. Departamento de Biología Animal, Parasitología, Ecología, Edafología y Química Agrícola. área de Zoología. TESIS DOCTORAL Salamanca 2011. Autor: Víctor Javier Colino Rabanal. Directores: Salvador Peris álvarez y Miguel Lizana Avia.