Cuando luce el sol y aprieta un poco el calor resulta agradable esperar por la comida sentados en una de las mesas de madera que existen en el exterior de la tienda bar Casa Maruja, en La Marea, en la carretera que va desde Infiesto a Campo de Caso. Allí, al borde mismo del asfalto, concretamente en el kilómetro 12 de la AS-254, Maruja Ovana Lobeto ha plantado todo tipo de flores y plantas sin dejar un resquicio a las malas hierbas. De ese jardín que adorna la carretera prefiere Maruja un rosal que al atardecer, dice, huele con una intensidad sorprendente.

Dentro, la vista se adecúa a una tienda bar que mantiene su esencia aun a pesar de los necesarios e inevitables cambios que conllevan las mejoras. No ha perdido su encanto. Tras la barra los productos en venta se muestran a quien toma una pinta de vino o comenta las noticias del día: al fondo, cajas azules y blancas donde se puede leer, escrito con cuidadosa letra, que se pueden comprar sombreros, camisas de cuadros de lana, alpargatas, playeros azules de caballero, gorras viseras Formula 1 o cremalleras. También luce en las estanterías un importante número de botellas de brandy con solera de los años 70, sin olvidar una imponente y vieja balanza que irremisiblemente llama la atención de los amantes de las antigüedades. Es un sitio de los que quedan pocos, de tertulia vecinal y aromas a cocina de casa de toda la vida. Sobre sus fogones lleva trabajando Maruja Ovana Lobeto la cocina asturiana desde hace ya 40 años, tras hacerse cargo del negocio familiar que primero fue de sus abuelos y más tarde de sus padres.

Maruja, «Maru», como la llaman sus conocidos, sigue hablando con pasión de la cocina y, un poco más, sobre la caza, una carne que no tiene secretos para esta mujer que hace 24 años inventó un plato con el que obtuvo un rotundo éxito: los pimientos rellenos de jabalí. «Fue tremendo, se celebraban entonces las primeras jornadas de la caza y se me ocurrió este plato. Como el local es pequeño trabajábamos a tres turnos», recuerda.

Hoy su comedor, redecorado y luminoso, con capacidad para unas 30 personas, permite disfrutar de algunas de sus especialidades: el jabalí guisado con patatas y pimientos, el cabritu, la fabada, el pitu con patatinos; por supuesto, los famosos pimientos rellenos de jabalí, el picadillo con tortos, la carrillera ibérica, el codillo, las cebollas rellenas o los callos caseros. También en ocasiones tiene, en cuanto a caza, corzo o ciervo. Sólo por encargo prepara también un plato muy personal y que, por cuanto lleva, se considera un plato único: «Las patatas langostadas». En cuanto a postres, y además del arroz con leche, la tarta casera y los frixuelos, Maruja Ovana Lobeto prepara como nadie el tiramisú, un postre poco habitual en las tiendas bar asturianas. Los que prefieran comer fuera cuentan con una terraza cubierta para unas 20 personas en la que si agudizan un poco el oído podrán escuchar al fondo el paso del río de La Marea, que da nombre a esta zona de la AS-254 en cuyo kilómetro 12, además de a rosas, también huele a buena comida casera.

FUENTE: LA NUEVA ESPAñA