La expansión progresiva, y en ocasiones explosiva, del corzo en Espana ha sorprendido a la mayoría de cazadores, administraciones públicas, e investigadores. Este panorama se reproduce en casi toda su área de distribución en Europa, y guarda relación, entre otros factores, con el cambio de uso del espacio agroforestal, las variaciones sociales y culturales que se producen desde la prosperidad económica de inicios de los 70 del pasado siglo.
Esta abundancia y tendencia expansiva se acompana además de la aparición de ciertos ejemplares de cornamenta espectacular, magníficos e irrepetibles trofeos, hoy puestos en valor por el poder del comercio, y en ocasiones mercadeo de terrenos y derechos de caza, y por una pléyade de cazadores que suenan con lograr ejemplares record.
Por otra parte, no es menos cierto, que esta abundancia ocasiona problemas hasta hora inéditos: danos a cultivos y bosques, accidentes de circulación y preocupación sanitaria.
Para afrontar la caza y conservación del corzo es necesario tener presente que existen algunos principios básicos en la gestión de sus poblaciones. ¿Pero en que se concreta la gestión? Dado que entendemos por gestión al conjunto de medidas que se adoptan para actuar sobre una población, para satisfacer un objetivo predeterminado, es necesario fijar el procedimiento básico sobre el que ir anadiendo los subsiguientes protocolos.