Las poblaciones de seres vivos se encuentran sometidas a mecanismos de regulación de su abundancia. Cualquier especie tiene una tasa de natalidad que conduce al aumento de sus poblaciones. Mediante la emigración y la mortalidad el conjunto de individuos que la conforman las mantienen equilibradas con la disponibilidad de recursos y el espacio. Sin duda, cuando hablamos de corzos, la mortalidad por depredación constituye uno de los mecanismos de regulación del tamaño de la población de mayor importancia. A lo largo del proceso evolutivo los depredadores han moldeado al corzo hasta lo que conocemos en la actualidad y lo seguirá haciendo en el futuro. Los principales son y han sido osos, lobos, zorros, águilas reales, linces y humanos. En otros tiempos quizás también lo fueron hienas y chacales, como demuestran los restos paleontológicos estudiados en su rango de distribución histórica (recordemos que los corzos, además de en Europa, existen en Asia). En la actualidad muchos de estos depredadores han reducido sensiblemente su área de distribución y sus abundancias, de forma que el impacto en su demografía es de poca relevancia general. No obstante, bien por un proceso de recuperación natural o artificial, es un hecho que lobos, lince europeo y águilas depredan corzos. Tanto en el caso del primero, y especialmente en el segundo, existen proyectos de reintroducción y apoyo en su expansión en el marco de lo que ha venido a llamarse rewilding. En otros casos el reintroducido es el corzo, con el ánimo de sostener a los depredadores, como es el caso de Portugal o la reciente sugerencia de hacerlo para los linces ibéricos en Andalucía.
Por lo común, se asume que la depredación ejerce un efecto beneficioso, higiénico, sobre la población de presas, a partir de la asunción de que los depredadores actúan sobre los ejemplares en peor estado, débiles y enfermos, de manera que cobra sentido la selección del más fuerte. Pero… ¿Es esto cierto? Los colectivos de defensa de los depredadores y en ocasiones los investigadores en estas especies parten de esta premisa sin preguntarse qué hay de cierto en ella. Así por ejemplo en el caso de lobo se da por cierto que actúan conforme a lo apreciado en algunas poblaciones de coyotes en América del norte, en las que se vio que había un sesgo en la selección de los cérvidos hacia ejemplares débiles y enfermos. Pero ¿qué sucede en la vieja Europa con los lobos y los corzos? ¿Tienen un papel sanador y mejorante? ¿Se les puede confiar la gestión de las poblaciones de corzos?
La respuesta nos la ofrecen varios trabajos realizados que estudiaron las interacciones entre lobos, linces y corzos, y que podemos resumir en que estos depredadores europeos no son buenos gestores y su actividad está sesgada de forma no necesariamente favorable a la abundancia y salud de la especie Capreolus capreolus.
Así Gazzola et al, (2007), en un trabajo realizado en la zona occidental de los Alpes italianos, encontraron que los lobos seleccionaban de forma favorable a los corzos que se encontraban en un plano nutricional mejor. Para ello estudiaron el contenido en materia grasa de la médula ósea de los corzos depredados. Se asume que este es un buen indicador de la salud de los animales. Compararon sus datos con los obtenidos de corzos atropellados. Sabemos que la mayoría de los corzos que mueren en las carreteras son animales emigrantes y que la emigración es un reto que solo pueden asumir los mejores. Estos investigadores apreciaron que la cantidad de grasa en la médula ósea de los corzos depredados por los lobos y de los atropellados no difería. Concluyen que la vulnerabilidad del corzo a la depredación no depende de su salud y condición física.
Por otra parte Baronnat (2012), en un estudio realizado en Suecia sobre la depredación de lobos y linces sobre corzos, concluyó que al igual que en el estudio anterior, los lobos tienden a seleccionar los ejemplares en buen estado físico.
Allí donde el corzo es abundante depredan más ejemplares adultos, en tanto en zonas con densidades menores escogen crías (0-1 año). La estructura de la manada de lobos determina la selección por sexos: cuando la manada de lobos es mayor hay un sesgo hacia la captura de los corzos machos.
Por lo tanto, ambos trabajos aportan información relevante sobre el comportamiento del lobo gestor, lo que explica que a lo largo de cientos de años, cuando este carnívoro era abundante, el corzo fue una especie relativamente escasa como nos comunicó el profesor Carlos Nores en el pasado simposio sobre el Corzo en la Península Ibérica. La recuperación y conservación del lobo supone y supondrá un importante impacto en la abundancia y distribución del corzo y esto debe estar previsto en los planes de gestión del carnívoro.
Bibliografía:
Gazzola, A., Ferroglio, E., Avanzinelli, E., Rosso, M., Kurschinski, F., Apollonio, M. (2007). The physical condition of roe and red deer killed by wolves in a region of the western Alps, Italy. Folia Zoologica, 56(4): 349–353.
Baronnat, L. (2012). Selection of roe deer (Capreolus capreolus) by predators during winter. A comparison between wolf (Canis lupus), lynx (Lynxlynx) and human predation. Master “Ecological Engineering and Biodiversity Management” University of Montpellier II, Francia.