Gracias al magnífico trabajo de la Dr. Cécile Vanpé (1) sabemos que la cuerna del corzo es una señal clara de su estado físico, algo con lo que quiere impresionar a las corzas y asustar a otros contendientes. Concluía esta investigadora que la cuerna proporciona una señal honesta de su calidad fenotípica.
Pero hemos visto que el fenotipo es el resultado de la expresión de los genes; que dos ejemplares idénticos, mantenidos o criados en condiciones diferentes nos proporcionan fenotipos distintos. ¿Por qué y cómo?
Vanpé comprobó que en su ensayo, realizado en tres poblaciones europeas, no obtenía un resultado exactamente igual a las variaciones ambientales. Es el problema de trabajar simultáneamente en situaciones tan distintas y sobre un tejido -la cuerna- tan complejo en su proceso de crecimiento y regeneración.
Es interesante que en este trabajo sí se comprobó que exieste una relación alométrica entre el tamaño corporal y la cuerna, y que a mayor desarrollo corporal se corresponden cuernas mayores. También que en la senescencia se producía la vía inversa, algo que los guardas y cazadores ya sabían desde antiguo. También que el tamaño de la cuerna se ve afectado por la densidad de población de un modo negativo.
Por otros trabajos sabemos que la densidad demográfica ocasiona estrés y que este estrés influye en el tamaño de la cuerna.
En este sentido el trabajo de Grabowski (2) ha sido extraordinariamente revelador: estrés afecta negativamente al tamaño de la cuerna, si bien cuando las causas cesan puede ser reversible.
No obstante, hay evidencias de que cuando los animales y sus poblaciones se ven sometidas a situaciones de estrés de forma prolongada se desencadenan mecanismos epigenéticos que hacen que las algunas alteraciones se mantengan durante generaciones después de que esa situación que causó el estrés haya desaparecido. Ver
En estas circunstancias, muy singularmente si hay alteraciones graves de la nutrición – por ejemplo hambrunas prolongadas-, algo muy común en situaciones de estrés, se produce la metilación de histonas y zonas de activación de los genes, ocasionando que los mismos se silencien, alterando su expresión. Lo asombroso ha sido descubrir que este patrón de metilación se hereda. En esencia no hay mutación de los genes -vamos, que los genes buenos siguen ahí- pero no se expresan adecuadamente porque la metilación, producida por la situación de estrés, lo impide.
De este modo cabe pensar que un fenotipo pobre de la cuerna, puede ser debido a un problema de estrés poblacional, que afecta tanto a machos como a hembras, y que se puede manifestar incluso muchos años después de superada la situación.
Es interesante señalar que las enfermedades parasitarias tienen efectos similares, ya que detraen nutrientes y suelen suceder cuando la densidad es elevada.
En conclusión, la aparición de corzos con cuernas pequeñas, como resultado de un aumento de su abundancia, puede producir que este efecto se mantenga en el tiempo aún mucho después de que la densidad regrese a cifras más soportables, por lo que en materia de gestión, si el objetivo es mantener el tamaño de los trofeos sea importante prevenir el crecimiento acelerado de la población.