Desde hace casi un siglo se tienen evidencias de que el tamaño y ciertos aspectos de la forma de las cuernas de los cérvidos son debidas a las circunstancias ambientales. Fueron los experimentos de Vogt  con venados y corzos, los que en los años 30 del S.XX comprobó que el manejo de la herencia tenía una capacidad muy limitada de conformar las cuernas, en tanto que la alimentación y el comportamiento sí podían, en pocas generaciones, producir cambios sorprendentes.

En una charla que impartí en Madrid, organizada por la Delegación Española del CIC, expuse que el tamaño y forma de la cuerna estaban en realidad mayoritariamente regulados por factores epigenéticos.

La epigenética es un área del conocimiento muy reciente, si bien desde hace mucho sabemos que existe, y explica cómo los factores ambientales actúan modificando el aspecto de los seres vivos (fenotipo) haciendo que tengan aspectos diferentes aunque sean iguales (genotipo).

El pasado jueves tuve la fortuna de asistir a una magnífica conferencia impartida por el profesor José Fernández Piqueras, catedrático de genética en la Universidad Autónoma de Madrid, titulada “El Vestido del Genoma”. La misma versaba sobre los mecanismos de regulación de la expresión del genoma y por qué seres con igual genotipo expresan diferencias en el fenotipo. En definitiva describía el estado del conocimiento de las bases moleculares de la Epigenética .

La conferencia fue magnífica. En cada ejemplo, en cada diapositiva se me iban abriendo los ojos y entendía que aquello que llevaba años viendo en mi relación con los animales, las plantas, las enfermedades y la gente podía ser explicado. El argumento de que el medio ambiente influía en la expresión genética quedaba definitivamente afirmado y explicado con una base química.

 

 

Entendí cómo es posible que haya animales en los que la codificación del color puede ofrecer tan asombrosos y caprichosos patrones. El caso de los corzos píos o piebald en inglés es un ejemplo.

 

Un descubrimiento no menor es que las modificaciones del aspecto o fenotipo  (epigenoma) pueden ser heredables y a la vez reversibles, y lo más asombroso es que las circunstancias que pueden alterar la expresión de los genes pueden ser de tipo emocional. En efecto, el profesor Fernández Piqueras no explicaba que el estrés agudo y duradero afecta al fenotipo y, lo que es más asombroso, es heredable y su efecto extenderse a varias generaciones. Igualmente son epigneómicas las variaciones en el comportamiento. Un caso clásico en el corzo es la adaptación a los medios agrícolas abiertos formando grandes grupos y relajando el comportamiento territorial. Estos corzos no son otra especie, ni siquiera una opción evolutiva, son el resultado de un cambio epigenómico.

 

Sería prolijo, y probablemente inútil, contar aquí los ensayos y la información que se aportó en la conferencia, pero baste decir que a mí me abrió los ojos para entender varios sucesos que afectan a la cuerna de los cérvidos, y especialmente del corzo.

Finalizada la charla tuve la oportunidad de departir con el conferenciante quien me recomendó buscar en las distintas revisiones que se han publicado sobre epigenética en las mejores revistas científicas.

Llegué a casa con la cabeza en plena ebullición. El empezar a saber la base molecular del efecto medio ambiental en los organismos vivos, su persistencia y eventual herencia me exigía intentar leer y aprender más para poder afirmar que la cuerna, y otras cosas que veía en los corzos, respondían a una regulación epigenética.

Me propongo en las siguientes entradas aportar algo de luz a cómo algunos aspectos interesantes de nuestros corzos se ven afectados por las circunstancias ambientales, en especial los relacionados con la cuerna.