El comportamiento del corzo a lo largo del ano está marcado por las estaciones y, consecuentemente, por la cobertura del medio y la disposición de alimentos. En su ciclo anual se dan épocas en las que es territorial y otras en las que no lo es. La territorialidad tiene su origen en el comportamiento reproductivo.
Al final del otoño y durante el invierno, los corzos son especialmente tolerantes unos con otros, siendo posible ver pequeños grupos en áreas favorables para su alimentación. Es debido a una estrategia de supervivencia invernal, quedando limitado el riesgo de verse sorprendidos por depredadores. Sin embargo a finales de febrero o marzo se van dispersando.
Durante febrero, marzo y abril los machos descorrearán sus cuernas frotándolas contra pequeños árboles y arbustos, teniendo este hecho además un significado territorial.
A principios de la primavera empiezan a delimitar sus territorios. Aunque los machos muestra comportamientos territoriales durante la primavera, existe una tolerancia entre sexos, solapándose sus territorios. Un buen territorio para un macho estará solapado con el de diversas hembras, de forma que pueda cubrir a varias a lo largo de la temporada de celo.