Por un motivo atávico, difícil de expresar para quien lo padece, somos los cazadores una clase de gente que siente la necesidad de pasar de la contemplación a la aprensión de la pieza. ¡Cuantas veces al llegar al cuerpo exangüe del corzo muerto hemos sentido una mezcla agridulce de rabia y placer al ver yacer tanta belleza! Sin embargo algo nos invita a continuar en pos de esta especie. Su caza subyuga al aficionado hasta extremos que solo quienes hemos enfermado de ello somos capaces de entender.
La caza forma parte de nuestra esencia humana, y la condición de presa ha modelado al corzo. Hoy, en un mundo tan humanizado la caza ha pasado de ser una actividad depredadora de supervivencia o de entretenimiento a convertirse en un elemento básico de gestión de poblaciones.
La caza del corzo se desarrolla siempre en el bosque o en sus bordes al tratarse de una especie ligada a su conservación y existencia.
Tan solo la caza de la becada cuenta con tan singular escenario, ya que otras especies como venado o jabalí, si bien a menudo se encuentran en este medio, son también frecuentes en matorrales, cultivos o medios menos nemorosos. Consecuentemente el medio determina las condiciones en las que se desarrollarán las distintas modalidades, amén de las habilidades del cazador.
En términos generales podemos resumir que las modalidades de caza son la batida, el rececho y el aguardo.